22 de junio de 2022
Se piensa que un terapeuta tiene todo bajo control, con todas las respuestas bajo la manga o en alguna parte de su "sabiduría", y es una persona capaz de resolverlo todo.
No es así. Un terapeuta es un ser humano común y corriente con preparación, si, y terapia recibida, también, pero que enfrenta todas las vicisitudes de la vida. Tiene dudas, miedos y expectativas. Para ti que me lees y eres terapeuta, me encantaría saber tus comentarios sobre estas lecturas. El artículo se divide en tres partes. Que lo disfrutes.
¿Cómo es mi miedo?
El más grande de los monstruos literarios salió de algún fondo de su conciencia, el Catulo de Lovecraft: enorme, medio cuerpo fuera de un océano negro, de ojos brillantes, con más tentáculos de los que Ella podía franquear; no creía lo que le estaba pasando. Ese gigante se apoderó de Ella y tuvo miedo. El miedo, dice Manuel Hidalgo en El Cultural, es un vertiginoso y agobiante terremoto psicológico.
El aire le abrazó el rostro que comenzaba a apretarse, pensó que la señora de tez pálida y hablar lento que se ubicaba sentada delante de Ella, se daría cuenta de la extraña aureola que, como un estigma, rodeó su cuerpo estático, sentado en el sillón de enfrente, pequeño color casi blanco.
El consultorio de Ella
Era un lugar acogedor de paredes color rosa pálido, una alfombra en tonalidades de gris, elegida con sumo cuidado meses atrás, con la ilusión de estrenar un consultorio psicológico, de esos en los que se busca algo encerrado en el caparazón de un nautilus, por la ventana entraba el cálido color anaranjado del cielo de las seis de la tarde y detrás de la señora de tez pálida, una lámpara de piso muy elegante que irradiaba un poco más de color anaranjado sobre su lado izquierdo. Y, aunque todo era perfecto, un consultorio, una paciente y una terapeuta, el aire que llenaba el espacio no entraba por esa nariz constreñida y ese pecho hinchado por dentro... o apretado por fuera, Catulo aparecía lo mismo en la profundidad de sus pensamientos que en el cuerpo, al menos así lo vivía Ella.
Escondiendo el miedo
Se empeñó en que no se notara su lucha, escuchaba con un rostro circunspecto y elaboraba lo que Ella pensaba que eran preguntas interesantes, ¿había sentido esto antes?, ¿qué le dice de usted esto que siente, en qué parte del cuerpo siente su angustia?, ¿cómo está tomando su familia lo que le pasa?, y más aún, ¿qué siente usted respecto a su familia?, parecían cuestionamientos salidos de un libro de Perls, pero que no tenían nada que ver con aquella persona. Y entonces, los tentáculos resbalosos y fuertes la asfixiaban, tiraban de sus extremidades hasta doler, no sabía qué hacer. Uno de ellos jalaba de un brazo hasta la inseguridad, de pronto aparecía un gran signo de interrogación a cada frase de la señora de tez pálida, Ella fluctuaba entre dolor e incertidumbre; no sabía si hablar o callar. Además, el control se le caía como una pelota de malabarista, se le escapaba hacia el fondo; ese control que ahora veía con toda claridad como la esfera que arrojaba a todo lo que le causó angustia, simplemente parecía un insignificante objeto cediendo a la fuerza de gravedad.
El primero contacto: el diálogo
La señora de tez pálida seguía hablando metida en sus diálogos; en realidad no hablaba con Ella, sino para sus adentros en voz alta, mientras tanto, otro implacable tentáculo tapaba sus ojos y oídos, la resbalosa textura le impedía observar y escuchar esa sinfonía de palabras inconexas que la depresión estructuraba en el sinsentido. Ella captaba el movimiento de sus labios, alguna palabra que lograba vencer a Catulo y penetrar en un oído enrojecido, y miraba una cara afligida que a ratos hacía un cierto giro de cabeza perdida, imposible de ignorar. Entre la agonía de una depresión relatada de la señora de tez pálida y la situación agobiante de la tormenta psicológica de Ella, hicieron aparecer un miedo más, otro tentáculo, un pensamiento de aleteo golondrino sentido como un ataque dirigido al entrecejo, ¿y si se da cuenta de mi lucha, y si percibe que al mismo tiempo de que expone su malestar algo dentro de mí se está evidenciando también…?, y yo lo vivo en silencio, no lo puedo verbalizar, pero lo siento latiendo, tomando forma, tamaño y color, se decía a sí misma en el más solitario disimulo.
Y continuaban moviéndose las manecillas del reloj de pared de aquel incipiente consultorio, el que Ella miraba con discreción; el tiempo corría con mayor velocidad que en otros universos, y con esto, crecía la sensación de un agobio sofocante, ¡no sabía qué hacer o qué decir!, se acababa el fin del tiempo reglamentario de una consulta, y la parálisis estafaba a aquella buena señora que confió en la terapeuta.
El monstruo de la autoexigencia
La exigencia se hizo presente como un tentáculo más del Catulo personal de Ella, si no le digo algo interesante, que le aporte, ah, y que de paso, le permita reducir su ansiedad… ¿y si me equivoco?, ahora no solo Catulo se apoderó de ella en su interior, también tomó las riendas de su exterior, se sonrojó, abrió sus ojos grandes y sintió cómo sus pupilas se agrandaron, ¡jamás seré una terapeuta de verdad!, esta vez se gritaba quedo al oído de adentro. Notó que apretó su mano izquierda como en señal de impotencia, su mirada se agudizó y sintió surgir en su interior el reto de la profesión. Este espasmo de enojo combinado con miedo la hizo volverse hacia la tez pálida que la miraba con aquellos ojos perdidos, y la Vio, con mayúscula, por primera vez en los treinta y dos minutos que llevaban compartiendo el mismo espacio, La vio.
¡Ver y sintonizar!, toda una experiencia
Ella pudo escuchar, se percató de su existencia. Su interlocutora explicaba con una voz suave que apagaba ciertas palabras, lo que un psiquiatra diagnosticó como depresión, le recetó algunos medicamentos molestos y somníferos que luchaban con parte de su conciencia; se negaba a tomarlos sin saber por qué, ya que solía ser obediente frente a las instrucciones de los médicos que la habían visto a lo largo de su vida, pero en esta ocasión, simplemente no quería tomarlos… ahí dentro había algo más, algo que terminó de atrapar la atención de Ella. Por primera vez sintió dentro de su ser que no se trataba de buscar nada que estuviera escondido en ese metafórico nautilus, se trataba de recibir con algodones suaves lo que aquello clamaba por salir.
Ella sintió la sintonía de una partitura elaborándose a cada segundo entre ambas, se escribían negras, corcheas, compases, silencios, notas y notas musicales seguidas una de otra, no solo se coordinaban, hacían melodía. Es el encuentro de dos. Y estaba ocurriendo, no con la ocurrencia de un disparate, sino como el fenómeno que emerge, que deviene, que solo acontece, se brinda, se da… en libertad.
El paciente también tiene miedo
La señora de tez pálida y estatura pequeña se levantó al término de los casi sesenta minutos de la sesión, tomó las manos de Ella y la miró con los ojos humedecidos como estrellas encharcadas en un dolor que se disfrazó de lágrima, un gracias salió de una garganta menos ahogada que la del inicio, me gustó ser escuchada sin miedo a la reprimenda de mis hijas, le dijo. Le confieso que venía con inquietud y con incredulidad, con mucho miedo… al comienzo sentí las palabras apretarse en mi pecho, sus preguntas me parecían incontestables como una gran montaña por subir, no sabía cómo empezar a responder, pero algo pasó… como una sensación de brisa fresca y sus ojos atraparon los míos y me sentí como en casa.
REFERENCIAS:
- Amescua, G. (2008). Psicoterapia infantil relacional. Un modelo de intervención Gestalt. México: Centro de Estudios e Investigación Guestalt Editorial.
- Buber, M., (1949). ¿Qué es el hombre? México: Fondo de Cultura Económica
- Castanedo, C. (2002). Terapia Gestalt: Enfoque centrado en el aquí y el ahora (4ª ed.). Barcelona, España: Herder
- Castañeda, P. (1998). Bases psicológicas de la Gestalt. Revista Internacional de Gestalt. Vol. 1, no. 1 1er Semestre. IMPG. México. Pp. 18-22
- Manuel Hidalgo, (2022). El Cultural. Disponible en https://cadenaser.com/2022/01/30/miedo-la-novela-mas-oscura-de-zweig/
- Montes, G. (2013). Entender, comprender, interpretar. Enseñanza e investigación en psicología. Vol. 18, núm. 1:191-201. Enero-junio, 2013.
- Perls, F. (2007). Yo, hambre y agresión. Una revisión de la teoría y del método de Freud. Madrid: Sociedad de Cultura Valle-Inclán
- Perls, F., Hefferline, R. y Goodman, P. (1951). Terapia Gestalt: excitación y crecimiento de la personalidad humana. Madrid: Sociedad de Cultura Valle-Inclán
- Robine, J.M. (1997). El contacto y relación en psicoterapia. Chile: Cuatro Vientos.
- Rogers, C., (2000). El proceso de convertirse en persona. Mi técnica terapéutica. España: Editorial Paidós.
- Swieg, S., (2018). Miedo. Barcelona: Acantilado